jueves, 17 de febrero de 2011

El hambre y las ganas de comer




Una de las materias de las que soy docente hace ya unos cuantos años, se desplaza un poco de las materias habituales de la formación en ciencia y tecnología, y la comparto con un docente del área de sociales. Recuerdo una entrada pasada donde contaba algo de esta actividad.

La idea general del Taller es activar un poco a los alumnos universitarios en la lectura y la escritura, y presentarles la idea de que la actividad que puedan desarrollar al finalizar sus carreras científicas nunca será algo aislado e independiente de la sociedad. Entonces cada año elegimos un tema como eje principal, a partir del cual, seleccionamos textos de todo tipo para armar el programa. Siempre tratamos de tener cierta coherencia, pero si conocieran al resto del grupo…

Este año el tema en cuestión es el de la alimentación, con muy poca originalidad y menos academicismo, lo llamamos “El hambre y las ganas de comer”. Siempre pasa que una vez acordado el tema, los cuatro integrantes –dos comisiones- empezamos a buscar en la memoria, en bibliotecas, en google y en los amigos: la bibliografía y demás material. Eso sí lo tomamos en serio y pensamos en función del tema, entramos a una librería y lo primero que hacemos en buscar algo de alimentos, leemos el diario y vamos a la bolsa de cereales, revisamos la videoteca en búsqueda de películas de grandes comilonas, y así estamos medio obsesivos un tiempo hasta que el programa tiene cierta forma. Por supuesto que después reclamamos sueldo extra por cambiar casi por completo el programa todos los años, pero solo nosotros escuchamos nuestras quejas. Será que al final no la pasamos tan mal en la búsqueda.

Comparto aquí un poco de alimento con el que me encontré en esa búsqueda: Asado en Mendiolaza de Marcos Lopez, imagen que se me presentó inmediatamente cuando el jueves por la tarde nos reunimos a definir las unidades del programa. Seguramente servirá para algún trabajo. Las primeras fotos que vi de Marcos Lopez, fueron sueltas en alguna muestra, o medio gráfico y no lograba convencerme, pero hace un tiempo recorrí la obra completa y me resultó muy interesante.

Acompaño con un fragmento de "El río sin orillas" de Juan José Saer, autor que en breve estará en mi biblioteca:

Es que la carne de vaca asada a las brasas, el "asado", es no únicamente el alimento de base de los argentinos, sino el núcleo de su mitología, e incluso de su mística. Un asado no es únicamente la carne que se come, sino también el lugar donde se la come, la ocasión, la ceremonia. Además de ser un rito de evocación del pasado, es una promesa de reencuentro y de comunión.

viernes, 11 de febrero de 2011

A veces los vientos circulan a favor





Entonces pasa que una amiga trabaja en una librería especializada en la imagen, justo cuando hay un pequeño espacio en mi biblioteca. Imprescindibles descuentos en libros sobre teoría de la fotografía y fotomontaje para un sueldo corto* como el mío, y que lleva tres años sin aumento.
Libros ideales para leer en mi nueva reposera, que una noche muy tarde de pleno invierno junté en Fragata Sarmiento y Franklin y subí al 106 para el asombro de todos. Ahora está reciclada y muy cómoda en mi hogar.

Yuuuuuuuuuuuuuuuu7 (ese fue el gato, que bien sabe que debe empezar las oraciones con mayúsculas y reconoce el teclado de la compu como el lugar preferido para zambullirse.)

También ocurre que junto con las lluvias este febrero arrimó un aire menos denso y los días no agobian. La Inglesa se anima un día hábil a las cinco de la tarde a dibujar el ángulo recto de las ciclovías que la conducen a San Telmo. No tan malo resultó el metier.
Aunque en la calle se cruzan otros lindos en bicicleta, a veces muchos, hay esquinas que traslucen conexiones neuronales que ya pensaba quietas y ufa. Cuentan cosas de algún otro día…

La Inglesa sube por Independencia justo cuando cae el sol, piensa y el ánimo cicla mientras pedaleo.


* Es una decisión personal, no la del NO aumento.

La imagen pertenece a este sitio
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viernes, 4 de febrero de 2011

Sin frutillas

La ciudad me agobia en verano, en realidad es el verano el que fatiga, no puedo enojarme con la ciudad que oficia de continente nomás.

Como docente mis vacaciones caen en verano, es cuando tengo tiempo para hacer todos aquellos trabajos y trámites que demoré durante el año. Pero yo estoy como ida y todo me sale en cámara lenta.

Sin duda alguna el absurdo es mi substancia.

La ciudad, como contenedora, absorbe el calor y lo retiene en el maldito cemento, latente hasta la noche o el día siguiente, o el otro… y así a veces pasan semanas. Pero siempre hay rincones dónde respirar –y leer-, además de los aires acondicionados o mi reducido balcón. La Inglesa no tiene que rodar mucho para acercarme a ellos.

El Museo Sívori, escondido dentro del gran parque de la ciudad, ofrece un espacio dónde respirar. Tiene una pequeña biblioteca, a la que se llega subiendo por una escalera de mármol rodeada de mayólicas verdes con detalles en amarillo por un lado, y rejas torneadas al otro. Todo aún bien conservado pero no restaurado: una delicia. Para llegar a la biblioteca hay que insistir porque el señor de la entrada la considera poco importante. Se encuentran ahí los Sueños de Grete Stern (agotadísimo) y el libro que el FNA editó con su obra en argentina.

El jardín del Sívori, es un pequeño paraíso dentro del agitado y concurrido Parque Tres de Febrero, en especial en esa zona frente a la entrada del Rosedal, donde el tránsito -a sangre- es más peligroso que el tránsito pesado de la Av. Int. Cantilo. Ese espacio bien verde, respira la calma de eucaliptus lejanos, un roble da sombra a los bancos, las esculturas y el pasto de perfecto recortado. Los trenes juegan a ser fotogramas de Miyazaki y musicalizan a lo Eno.
Violeta Castillo interviene la fresca del jardín, y cuando el cielo parece púrpura, respira canciones pop con su guitarra y una voz anti-fastidio.

La Inglesa evita las ciclovías de Palermo porque tienen de todo menos rodados, se amiga de las calles y se pierde cuando cae la noche. El rubio recibe con maullidos detrás de la puerta.