viernes, 14 de agosto de 2009

Las calles son nuestras

“No sólo soy una guía T, también soy un poco cursi”, frase que bien podría primar entre otras como una presentación de este cuerpecito, y si llegan a leer estas palabras que tanto cuesta que fluyan en conformidad, pactarán sin peros.



Si hay algo que hago a diario, es salir a la calle, ya sé que todos lo hacen, pero cuando digo “a diario”, es “a diario”, no importa que no tenga la obligación de salir, siempre tengo “la necesidad de”: ese aire fresco y húmedo, gente ajena pasando a mi lado, maldecir autos que odio encarecidamente, sonidos disonantes, medios de transporte públicos. Cuando digo “a diario”, paradójicamente también digo “diferente cada vez”; soy de las que caminan, recorren, conocen, reconocen, descubren, se detienen, observan sin prisa, se asombran, sonríen, casi sin horarios estrictos la mayoría de los días, con tiempo de más los otros.



La calle es incertidumbre. No debe asombrarme entonces, que a diario alguien, sin distinguir raza y género, interrumpa mi camino o mi espera para preguntarme cuantas cuadras lo separan de Santa Fe, cómo llegar a Córdoba, cuántas cuadras faltan para Paraguay, si el 39 lo deja en Palermo, y demás preguntas que responde de maravillas la tan visitada Guía T (a veces siento que las arrugas de mi rostro son mapas de la ciudad que yo no llego a distinguir las pocas veces que me acerco a un espejo). Agrego que esto me sucede en toda ciudad o lugar que recorro, TODO. Así es como hace unos días sentí que defraudaba a un par de personas en el cementerio de La Recoleta, cuando tuve que silabar un “no me sé ninguno de acá”, en respuesta a un simpático “¿Lo tenés a Sarmiento?”. No me quejo, me detengo, respondo con total seguridad cuando puedo y pensando un poco más las figuritas difíciles. A veces me confundo y me doy cuenta tarde, lo siento. Otras, acepto la derrota.



La calle es, sin dudas, el mejor lugar del mundo para mirar y enamorarse de la gente. En ella nos vemos tal cual somos, o casi, es probable que sea una visión muy ingenua de mi parte pero siento que en la calle tenemos menos maquillaje. Salimos de nuestras cuevas después de vueltas y vueltas, probándonos el mejor traje y el maquillaje adecuado para ese día (apenas uso maquillaje y como me veo extraña luego de colorearme, me lo quito, ¿será por eso que se traslucen los mapas?). Cerramos la puerta con la certeza de que el mundo nos va a estar observando, pero es el maldito trajinar que acompaña nuestro paso, quien se encarga de liberarnos de tal peso. Ni bien dimos tres pasos, no importa si vamos preocupados, tristes, contentos, apurados, felices, dormidos, es común que nos olvidemos de posar para los demás, es ahí cuando pueden descubrirnos, es ahí cuando podemos descubrirlos. Ahí la calle se vuelve un lugar conocido y deseado.



No me queda otra que decir continuará porque no escribí nada de lo que había pensado originalmente, gran parte de la cursilería quedo afuera.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

No me peudo acordar de que libro robé esta frase: "El mundo se sostiene por una red de miradas". Cada vez que ando por la calle mirando cosas y gente me acuerdo de eso..
cata

Imaga dijo...

Tenemos un hobby similar, mira acá

http://polalaroids.blogspot.com/2009/03/avistaje-de-personas.html

wallychoo dijo...

Por estas cosas soy adicto a este blog...

Unknown dijo...

Qué buena cita Cata, sospoche que el día que se pierdan todas las miradas no queda nada.

Imaga, quizás te observé alguna tarde mientras comprabas flores, o yo fui tu blanco al pasar cerca de la ventana de algún café.

Gracias Wallyzz, lamento que las dosis no sean más frecuentes.

Anónimo dijo...

Si, me gustó la cita de Cata, pero me mató la de "¿Lo tenés a Sarmiento?". Yo respondería: "si, creo que por acá lo tengo" mientras reviso mis bolsillos!!!
¿A quién no le pasó que quizo ayudar a alguien tratando de orientarlo y lo mandó para cualquier lado dándose cuenta demasiado tarde para corregirse?.

Anónimo dijo...

Si, me gustó la cita de Cata, pero me mató la de "¿Lo tenés a Sarmiento?". Yo respondería: "si, creo que por acá lo tengo" mientras reviso mis bolsillos!!!
¿A quién no le pasó que quizo ayudar a alguien tratando de orientarlo y lo mandó para cualquier lado dándose cuenta demasiado tarde para corregirse?.

Anónimo dijo...

lo peor es cuando alguien te pide direcciones y luego decide ir para EL otro lado. PARA QUE TE PREGUNTAN SI NO TE CREEN???

Cecy, vos estabas cuando ibamos en el auto de Anahi por Palermo y le pedimos direcciones a un tipo en el auto de al lado y al microsegundo decidimos ir para el otro, y el tipo nos persiguio como 100 millas para decirnos que era para el otro lado? (si si, el dia que el auto estaba cubierto de cosas que no vienen al caso).
Besos

Unknown dijo...

Esa es buena Paterna, además tener un Sarmiento en el bolsillo es bastante (bueh en estos tiempos no tanto, los Sarmientos y los Rocas se desvanecen en un abrir y cerrar de billetera).
Me ha pasado de mandar a la gente para cualquier lado o hacerle creer que eran dos cuadras, cuando eran unas cuantas más... a veces me doy cuenta a tiempo y les grito a media cuadra de distancia, ahí dejan de confiar por la simple razón, que creen que yo esa (la razón) la perdí hace tiempo.

Sí Euge, el día del auto a lunares, que siempre llegábamos a la calle Arribeños.
Te imagino indignada con la gente que se va para el otro lado, persiguiéndola y llevándola para el lugar correcto.