domingo, 19 de febrero de 2006

Vandalismo

El miércoles pasado un nuevo hecho vandálico, de esos que disgustan a las señoras perfumadas, fue concretado en la ciudad. Debido a que fui yo la autora de dicha transgresión, lo comentaré acá, quizás con el motivo de hacer un mea culpa.

Primero una breve introducción.
Desde hace un tiempo los medios utilizados para las publicidades en la vía pública han ido cambiando, gracias a este cambio uno al salir a la calle se encuentra bombardeado por los productos más variados presentados de las formas más diversas: las empanadas danzantes, panfletos de todo tipo entregados en la mano, personas con carteles que se paran delante de los autos cuando los detiene el semáforo, carteles pegados en todos los postes o cualquier superficie firme de la ciudad, en las paradas de colectivos, dentro del subte, en las escaleras del subte, en los boletos de todos los medios de transporte, en los taxis, en los baños, hasta muchos colectivos han perdido su color característico para convertirse en una publicidad móvil (como pispearse con alguien del vehículo vecino con semejante barrera?).
De todos estos el que más me ha enfadado es el de poner publicidades en las puertas de los baños, las vi en los cines de los shoppings no sé donde más hay. ¿Por qué mi enojo? Uno de los mayores atractivos de las puertas de los baños públicos son las leyendas que las personas dejan en ellos. ¿No me digan que nunca se detuvieron a leerlas, y si es un baño que frecuentan (que mal suena esto) a seguir los diálogos que se van generando? Las mejores puteadas son las de las puertas de los baños y les recomiendo, para corroborarlo, la lectura de un cuento de Fontanarrosa que se llama “Puto el que lee” que es maravilloso .
Ahora sí.
Fue entonces el miércoles en el baño del shopping Abasto, el que esta en los cines al lado de la boletería, segundo baño a la derecha para ser más exacta, en que mi venganza tuvo lugar.
En la puerta aún no había una publicidad específica sino una invitación a publicitar en ese espacio, mayor provocación, recordé que en mi mochila llevaba un rotulador (=marcador indeleble para los que no trabajan en laboratorio, lástima que era negro y de punta fina), y fue que con ese arma en los espacios blancos del afiche, que estaba cubierto con un plástico, dejé la siguiente leyenda:

Este espacio fue hecho para putear, no me jodan.

Seguramente eso, que apenas se veía, ya fue quitado con el lavado del baño, pero nadie podrá quitarme el regocijo de haberlo ejecutado, jua.
Quedé un poco precupada espero que este insignificante suceso no sea el comienzo de una vida de depredación.

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