domingo, 26 de febrero de 2006

Rompiendo reglas

No es mi costumbre colgar cosas que no haya leído previamente, y menos de temas que desconozco, como son las historietas. Pero esta nota (esto ya parece una sucursal de ese suplemento grrrrrrrrrrrr) y los excelentes comentarios de Cata sobre este blog de historietistas, ameritan que rompa las reglas.

domingo, 19 de febrero de 2006

Vandalismo

El miércoles pasado un nuevo hecho vandálico, de esos que disgustan a las señoras perfumadas, fue concretado en la ciudad. Debido a que fui yo la autora de dicha transgresión, lo comentaré acá, quizás con el motivo de hacer un mea culpa.

Primero una breve introducción.
Desde hace un tiempo los medios utilizados para las publicidades en la vía pública han ido cambiando, gracias a este cambio uno al salir a la calle se encuentra bombardeado por los productos más variados presentados de las formas más diversas: las empanadas danzantes, panfletos de todo tipo entregados en la mano, personas con carteles que se paran delante de los autos cuando los detiene el semáforo, carteles pegados en todos los postes o cualquier superficie firme de la ciudad, en las paradas de colectivos, dentro del subte, en las escaleras del subte, en los boletos de todos los medios de transporte, en los taxis, en los baños, hasta muchos colectivos han perdido su color característico para convertirse en una publicidad móvil (como pispearse con alguien del vehículo vecino con semejante barrera?).
De todos estos el que más me ha enfadado es el de poner publicidades en las puertas de los baños, las vi en los cines de los shoppings no sé donde más hay. ¿Por qué mi enojo? Uno de los mayores atractivos de las puertas de los baños públicos son las leyendas que las personas dejan en ellos. ¿No me digan que nunca se detuvieron a leerlas, y si es un baño que frecuentan (que mal suena esto) a seguir los diálogos que se van generando? Las mejores puteadas son las de las puertas de los baños y les recomiendo, para corroborarlo, la lectura de un cuento de Fontanarrosa que se llama “Puto el que lee” que es maravilloso .
Ahora sí.
Fue entonces el miércoles en el baño del shopping Abasto, el que esta en los cines al lado de la boletería, segundo baño a la derecha para ser más exacta, en que mi venganza tuvo lugar.
En la puerta aún no había una publicidad específica sino una invitación a publicitar en ese espacio, mayor provocación, recordé que en mi mochila llevaba un rotulador (=marcador indeleble para los que no trabajan en laboratorio, lástima que era negro y de punta fina), y fue que con ese arma en los espacios blancos del afiche, que estaba cubierto con un plástico, dejé la siguiente leyenda:

Este espacio fue hecho para putear, no me jodan.

Seguramente eso, que apenas se veía, ya fue quitado con el lavado del baño, pero nadie podrá quitarme el regocijo de haberlo ejecutado, jua.
Quedé un poco precupada espero que este insignificante suceso no sea el comienzo de una vida de depredación.

lunes, 13 de febrero de 2006

Deteniendo el tiempo



Este eslabón conduce a un artículo del Radar del 29 de enero, lo bajé y recién leí la semana pasada y me tomé otra para colgarlo (sí, a ese ritmo transcurre mi vida, pero es así siempre y con todo), en él se reproducen algunos fragmentos del libro de ensayos Sobre la fotografía de Susan Sontag. A mí me entretuvo y gustó mucho pero como es un poco largo, pongo aquí algunas frases que pueden funcionar como anzuelo o rechazo.
¿En qué medida modifica nuestra relación con la memoria y el presente algo de tan desconcertante facilidad como sacar una foto?

Es sobre todo un rito social, una protección contra la ansiedad y un instrumento de poder.

Si las fotografías permiten la posesión imaginaria de un pasado irreal, también ayudan a tomar posesión de un espacio donde la gente está insegura. Así, la fotografía se desarrolla en conjunción con una de las actividades modernas más características: el turismo.

La mayoría de los turistas se sienten obligados a poner la cámara entre ellos y toda cosa destacable que les sale al paso. Al no saber cómo reaccionar, hacen una foto.

Una fotografía no es el mero resultado del encuentro entre un acontecimiento y un fotógrafo; hacer imágenes es un acontecimiento en sí mismo...

La cámara, como el automóvil, se vende como un arma depredadora, un arma tan automática como es posible, lista para saltar. Como las armas y los automóviles, las cámaras son máquinas que cifran fantasías y crean adicción (...) Así como la cámara es una sublimación del arma, fotografiar a alguien es cometer un asesinato sublimado, un asesinato blando, digno de una época triste, atemorizada.

miércoles, 8 de febrero de 2006

Pasando el tiempo


Mientras aparezca algo nuevo para escribir, cuelgo acá este cuestionario que siempre que lo leo me divierte mucho. Esta incluído en un libro que recopila algunas crónicas de Proust, sobre los bailes y salones de su época y unas críticas literiarias.
El libro lo compré por $1 en un saldo de una librería que estaba por Cabildo y Mendoza, era octubre del 2001 yo salía del trabajo y la ciudad se había convertido en un kaos mayor al que era por esos días, debido a un paro repentino de subtes. Mi reacción fue caminar con calma hasta mi casa mientras me detenía en las librerías, junto a este conseguí Las Flores del mal y los poemes en prosa de Baudelaire, Discurso del Método de Descartes (que nunca pude leer, edición horrible + es re-denso, ja) y un librito de cuentos ilustrados del Budismo Zen que siempre pienso en regalarle a un amigo extrañamente Budista pero que luego me olvido deliberadamente. Ah claro todos por la suma de $4.
Ojalá disfruten de estas respuestas.


Respuestas de Marcel Proust a un cuestionario a la edad de veinte años

“-¿El principal rasgo de mí carácter?
La necesidad de ser amado y, para precisarlo más, la necesidad de ser acariciado y mimado más que de ser
admirado.

-¿La cualidad que prefiero en un hombre?
Que tenga encantos femeninos.

-¿La cualidad que prefiero en una mujer?
Virtudes varoniles y franca camaraderia.

‑¿Lo que más aprecio en mis amigos?
Que sean tiernos conmigo, si su persona es tan exquisita que se incline a dar un gran valor a la ternura.

‑¿Mí principal defecto?
No saber ni poder “querer”.

‑¿Mi ocupación preferida?
Amar.

-¿Mi sueño de dicha?
Temo que no sea muy elevado. No me atrevo a confesarlo y temo destruirlo diciéndolo.

‑¿Cuál seria mí mayor desgracia?
No haber conocido a mi madre y a mí abuela.

‑¿Qué quisiera ser?
Como me quisieran ver las personas a las que admiro.

‑¿En qué país desearía virir?
En aquel donde ciertas cosas que yo quisiera se realizaran como por encanto... y donde las ternuras fueran siempre compartidas (el subrayado es de Proust).

‑¿El color que prefiero?
La belleza no está en lea colores sino en la armonía.

‑¿La flor que prefiero?
La misma que usted... y después todas.

‑¿El pájaro que prefiero?
La golondrina.

‑¿Mis autores favoritos en prosa?
Actualmente, Anatole Frante y Pierre Loti

‑¿Mis poetas preferidos?
Baudelaire y Alfred de Vigny.

‑¿Mis héroes de ficción?
Hamlet

‑¿Mis heroínas favoritas de ficción?
Fedra (borrado por Proust). Berenice.

‑¿Mis compositores preferidos?
Beethoven, Wagner, Shuhmann (sic)

‑¿Mis pintores predilectos?
Leonardo da Vinci, Rembrandt.

‑¿Mis héroes de la vida real? .
Los señores Darlu y Boutroux.

‑¿Mis heroínas históricas?
Cleopatra.

‑¿Mis nombres favoritos?
Sólo prefiero uno por vez.

‑¿Qué detesto dmás que a nadie?
Lo que hay de malo en mi.

‑¿Qué caracteres históricas desprecio más?
No soy la bastante culto para responder.

‑¿Qué hecho militar admiró más?
El haberme presentado voluntario.

‑¿Qué reforma admira más?
(Marcel Pronet rus contestó a esta pregunta).

‑¿Qué dones naturales quisiera tener?
Voluntad y seducciones.

‑¿Cómo le gustaría morir
Siendo mejor... y amado.

‑¿Estado presente de mi espíritu?
Enfado Por haber Pensado en mi, para responder a estas preguntas

-¿Hechos que me inspiran más indulgencia?
Los que puedo comprender (respuesta subrayada por Proust).

-¿Mi lema?
Temería mucho que pudiera alcanzarme el infortunio.

De Confidencias de Salón (París, Lesueur‑Damby, editor, 19 rue de Bourgogne).
Este álbum pertenece a Edward Watermann

domingo, 5 de febrero de 2006

Caníbal

Anoche me dirigía en el 29 hasta San Juan, cuando a la altura de Carlos (Andrés) Calvo el chofer anuncia que San Juan estaba cortada y que una cuadra antes se desviaba. Ah claro los corsos de Carnaval, pensé. Al bajar del colectivo empecé a refunfuñar pensando que tenía que hacer una cuadra esquivando mucha gente molesta jugando con espuma al ritmo de las comparsas, cuando llegué a San Juan solo encontré un patrullero, la calle cortada, los restos de una comparsa (entiéndase alguna gente con trajes con brillos, que no eran travestis) y recién llegando a la esquina de Defensa vi el escenario donde estaba tocando una banda vestida de lentejuelas y alrededor se había concentrado un poco de gente. Ahora sí empecé a ver pequeños alterados con sus espumas en las manos, vaciando el contenido del aerosol sobre otro pequeño, que a su vez intentaba hacer lo mismo sobre su contrincante pero, al haber sido tomado de sorpresa, gran parte de su visión ya había quedado anulada por la espuma y lo único que lograba era tirarse él mismo más de su propia espuma, o, con mucha suerte, alcanzar a algún desafortunado que justo pasaba por ahí sin ánimo de juego. (Era como si ese objeto que tenían en sus manos fuera un matafuegos y ellos estuvieran en pleno rescate de un incendiado). Todo esto bajo la mirada pasiva y complaciente de sus progenitores que podría entenderse como “mirá que bien nuestro hijo es el que más molestó con la espuma y a él casi ni lo han tocado”.
Al ver esta imagen miles de circuitos comenzaron a titilar en mi memoria y recordé cuanto he odiado el carnaval toda mi vida.
Ya desde chica esta época del año era un suplicio para mí, por un lado en el barrio a la hora de la siesta se creaban batallas campales donde la munición era el agua y se usaban como armas mangueras, pomos, baldes, palanganas, bombero loco para los más desarrollados, y las infaltables bombuchas de colores que yo nunca aprendí a atar. Ahora me doy cuenta que la guerra del agua se arrastra desde aquella época. No podía ser de otro modo, y como con cualquier juego que implicaba un poco de fuerza, velocidad y agresión (esto incluye a todos los deportes) yo terminaba estropeada. Si no era por alguna bombucha mala leche que me reventaba la cabeza, yo misma me resbalaba y caía entonces en lugar de agua terminaba con un moretón controlado por hielo en algún lado de mi cuerpo.
Como si esto fuera poco, por las noches estaban los corsos, en la calle 12 de Octubre se colgaban banderines y luces y desfilaban las comparsas de los distintos barrios, otra vez la lucha se desplegaba pero en este caso el agua era reemplazada por ese invento tan enfermo como el de la apestosa espuma (que ya conté arriba su mecanismo y efecto). Mis padres, no solo conformes con el corso, aprovecharon alguna vez la oportunidad para ir al baile de Carnaval que se organizaba en el club Cooperarios. Acá yo era un poco más grande pero seguía siendo tonta, entonces siempre terminaba llorando porque mi vista se había perdido y mi ropa desteñido por causa de la espuma, es que ni del papel picado podía zafar, ya que una vez que el contenido de la bolsita se acababa, los niños ya entrando en la adolescencia se encargaban de juntarlo del piso y revolcártelo por la cara.
Ya más grande, cuando las batallas por propia elección (o por estar entre la masa) se habían acabado, uno tenía la altísima probabilidad de ligarse un bombazo por el simple hecho de transitar por el barrio, siendo peatón o ciclista, siempre alguna agresión se recibía; hubo una época que cansada de no poder salir llevaba en el canasto de mi bicicleta piedras para devolver el favor. Cómo olvidar la vez que estaba haciendo la fila para entrar a la matiné de Circus y terminé empapada por la cantidad de agua que tiraban desde los autos que pasaban, eso por ser una gila del montón y tener que hacer fila para entrar a bailar.
En fin, todos son malos recuerdos, con el agregado de que no me gustan las comparsas ni siquiera para ver a las locas bailar, bueno ahí a veces me engancho mirando un poco en la tele.
Y todo esto sin saber muy bien de donde viene esta fiesta del Carnaval donde se mezclan festejos paganos y religiosos, supongo que en otros lugares será un poco más atractiva, no creo que en Europa tiren agua con temperaturas bajo cero; tengo una amiga de Cochabamba, Bolivia, que siempre cuenta de los trajes y los bailes que preparan durante el año para el carnaval, quizás solo es que nunca logré adaptarme al festejo rioplatense, como nunca he logrado adaptarme a tantas otras cosas.