viernes, 23 de septiembre de 2005


La parte que más disfruté de la película Caminos a Koktebel fue cuando el niño protagonista rescataba una cámara fotográfica de por ahí y se ponía a sacar fotos. Sin necesidad de un rollo para guardar la luz, sus fotos eran tan reales como las que podemos retirar de la casa de revelado de los chinos. La cámara era una zenith como la que yo tengo, que ahora por cuestiones de comodidad fue reemplazada por la digital... bueno también porque mis fotos son un desastre, ja!
Sacar fotos sin película es una buena terapia para los que somos de madera, prefiero dejar los rollos para quienes saben captar en el instante del disparo más de lo que se puede ver, para los que tienen el genio de convertir un rectángulo de papel en sensaciones.
Todo esto porque la primer noticia que escuche hoy al levantarme fue que murió Anne Marie Heinrich, uno de esos genios.

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