miércoles, 2 de febrero de 2005

Confirmado: los meniscos están de sobra

ADVERTENCIA! El siguiente relato contiene imágenes que pueden herir su susceptibilidad.
Un tropezón no es caída, pero para mi una caída terminó en quirófano. Por fin me operaron para eliminar la bursa que se me había formado en la rodilla consecuencia de mi último atentado contra el piso (esta vez en pleno estado de conciencia.) Me interné con una calma envidiable, puesto que nunca antes había estado en un quirófano, pero la intervención parecía sencilla, el médico (un híbrido entre Lanchita Bisio y Jean Paul Belmondo) me había explicado, previamente, que se hacía un tajito y drenaba el líquido acumulado. Mi gran preocupación era la anestesia, no me molestaba que me duerman hasta el más allá, el problema era que me enchufen la peridural que ya de nombrarla me da escalofríos.
El primero en verme fue el médico anestesista, que como todos los de su especie, estaba mal de la cabeza. Una especie de Cucho de los decadentes pero con canas en vez de claritos. Me dijo que me daba unos tranquilizantes y después anestesia local, ¡buenísimo pensé!. Luego un delicado camillero me llevó hasta una ventana dio unos golpecitos y pasando ese marco, custodiado por una cruz, ya estaba yo boca arriba en el quirófano. Dos enfermeras me esperaban todas enfundadas en barbijos y ropas celestes. El recinto se parecía más a una agencia de Dotto models que a un quirófano, aunque algunos artefactos con cables, visores y perillitas indicaran lo contrario (quiero una de esas lámparas cual platos voladores para mi casa.) El anestesista que le decía a una de las enfermeras que lo ponía loco el perfume que llevaba, después contaba, que como la jefa de la sección de obstetricia del Otamendi le había dado 50 años (él tenía 47), se había sentido viejo y se iba a hacer los oscuritos, empezar a ir al gimnasio y no se que otras tonteras más. Ahí ya me enchufó algo en el brazo, mientras llegaba el cardiólogo, y el médico ayudante de J P Bisio, que yo creo estaba en mi misma situación: primera vez en el quirófano.
De a poco me fueron acondicionando para la operación: lavado de la pierna con pervinox, tensiómetro en el brazo derecho, plásticos para aislar el resto del cuerpo y una sábana a la altura de mi pecho ofreciendo de biombo para que no vea. Mientras tanto, el anestesista trataba de localizar por celular al doctor operante, que parece estaba haciendo otras cosas, y le preguntaba al médico ayudante que me iban a hacer. Mejor olvidar ese momento porque el ayudante tenía una cara de susto peor que la mía, mirando la resonancia dijo la siguiente frase: - y... no sé que querrá hacer el doctor -.
El anestesista, por suerte, ponía cordura a todo continuando con su circo. Sentí los tres pinchazos en la rodilla pero el último (intra-arterial, creo) fue mortal y casi casi me les desmayo, por fin un poco de acción. El pobre cardiólogo vino corriendo a tomarme la presión y Cucho que me decía: -¿pero qué nos haces?-, ahí le aclaré que me desmayaba fácilmente y el cardiólogo dice le damos atropina, total todavía no le enchufamos nada. Por otro sector de mi cuerpo el médico joven ya había empezado a meter mano en la rodilla, sentí como algún líquido frío chorreaba por ella, pero luego sentí un dolor, avisé, y Cucho me prometió un coktel exquisito del que luego le pediría más y...
... recién me desperté cuando otro camillero me llevaba, el circo había terminado, nunca supe quien me había operado, solo pude decir chau a unos hombrecitos de contornos difusos vestidos de verde.
Ya en la cama me enteré por boca de mi madre que JP Bisio, previo aviso a ella, viendo el trabajo que se habían tomado de abrirme la rodilla, había decidido sacarme las cosas que tenía estropeadas y de más, así fue como perdí los meniscos de mi pierna izquierda, que según él estaban destruidos pero desde hace mucho tiempo.
Confirmamos así que los meniscos, como el apéndice, y no sé cuantas cosas más son meros objetos que fueron puestos en nuestro cuerpo para que los médicos facturen más operaciones!

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